Hoy el mundo se levanta conmocionado por los atentados de anoche en París. A esta hora se ha confirmado la autoría de los mismos, aunque ya parece obvio: DAESH. De vuelta al terrorismo islámico.
No es el objetivo de este artículo el análisis de los motivos que llevan a un joven a radicalizarse de tal modo que es capaz de inmolarse en aras de Alá-sabe-qué ideal. Ni el recordatorio de que en otras partes del mundo siguen muriendo miles de personas al día en acciones terroristas relacionadas con el islamismo radical. Sobre las personas corrientes de cualquier país occidental que van cada día a comprar el pan planea no sólo la sombra del posible atentado sin sentido, sino también la de la auto radicalización de pensamiento: es hasta cierto punto lógica la reacción de que en días como hoy, en París, Madrid, Barcelona o Londres miremos de reojo con recelo a cualquier musulmán que nos encontremos por la calle. En días como hoy incluso nos provocará mucha más repulsa el encontrarnos en la esquina con dos mujeres musulmanas tapadas hasta los tobillos y con un pañuelo en la cabeza.
La cuestión es que, en días como hoy, el recelo tiende al odio rápidamente. Y es muy fácil caer en el tópico de creer a pies juntillas que hay que eliminar la variable para eliminar el problema, es decir, que dado que todos los terroristas son islámicos, hay que controlarlos o expulsarlos a todos.
No ayuda el hecho de que algunos imanes en nuestras ciudades y pueblos no sólo no condenen sino que fomenten la radicalización. Lo que yo me pregunto es hasta dónde puede llegar la tirantez entre las comunidades musulmanas y los demás.
Si dichas comunidades musulmanas a nivel local no se posicionan drásticamente a favor de la integración total y el respeto hacia las costumbres del país en el que viven, si no muestran públicamente su repulsa hacia los radicales, si no son ellos los primeros que intervienen en la identificación y detención de los mismos, difícilmente podrán ganarse el respeto del resto. Tal vez ya se esté haciendo. Pero hay que hacer más ruido. Si no, corremos el riesgo de multiplicar el odio entre religiones. Hoy estamos en contra del terrorismo de los islamistas radicales. Mañana podemos estar, simplemente, en contra de los islamistas.
Y entonces sí. La yihad está servida y habremos caído en lo que buscan los terroristas. Esperemos que no. Inshallah.